El próximo 3 de septiembre se cumplen 24 años del fallecimiento de Baltasar Lobo en París. Una fecha que los Amigos del artista han querido conmemorar coincidiendo con el año de creación de la asociación y la aprobación de bautizar a los jardines del Castillo como jardines de Baltasar Lobo.
"Septiembre es tiempo de homenaje, del recuerdo que nos lleva una vez más al escultor Baltasar Lobo, quien hace 24 años moría un 3 de septiembre en París, la ciudad que lo acogió en su exilio y en su vida". Así comienza el escrito de los Amigos de Baltasar Lobo que tras, un año de investigaciones, sigue planteándose muchas dudas "Y sin embargo siempre queda flotando la pregunta del significado último de su obra, de sus anhelos más íntimos y personales que ya no podremos conocer de viva voz.
"Quién era Baltasar Lobo?", se preguntan al tiempo que lamentan que "perder al artista quizá no ha sido tan duro como haber perdido al hombre, porque el escultor nos ha dejado un importante legado de su trabajo, parte del cual se encuentra entre nosotros gracias a su gran generosidad y es por tanto tangible, real para todo aquél que se detenga a disfrutarlo."
Un año de investigaciones por parte de la asociación que sus propios integrantes valoran de manera profunda. "La figura de Baltasar Lobo crece ante nuestros ojos cuanto más lo conocemos. Su honestidad, la de un hombre de firmes convicciones éticas, que afirma sin fisuras: [no se puede bromear con el trabajo, el arte es la última oportunidad de dar forma a lo sagrado] Y no menos firmes los ideales políticos, que le llevaron a participar activamente en el tiempo convulso que le tocó vivir, la guerra civil española y más tarde la ocupación nazi, mostrando siempre su gran compromiso social, desde sus principios libertarios y anarcosindicalistas.
Todo ello les ha permitido perfilar al escultor y al hombre, el mismo que buscó la ternura en esas maternidades llenas de vitalidad y gozo, con “niños voladores” en brazos de madres risueñas y llenas de movimiento.
De modo que aseguran poder llegar a la idea razonable de que Lobo consiguió, a pesar de todo, sobrevolar la áspera realidad de la vida y construir con sus propias manos otro universo más liviano: “Siempre he soñado en una escultura de mármol que sea como un vuelo, que se eleve sobre el suelo para brillar en medio de la luz, que nos haga olvidar la pesadez, la penalidad de la tierra”.
Y es la memoria de ese sueño la que, aseguran, anima a seguir persiguiendo su en busca de una mayor atención hacia el escultor y sus obras, para las que ambicionamos un espacio mejor, un centro de arte contemporáneo vivo, y una atención más especializada y profunda.