Esta semana se han cumplido 25 años del vil atentado terrorista cometido por la banda terrorista ETA en Salamanca contra Juan José Aliste, ocurrido el 10 de noviembre de 1995. Conviene no olvidar.
El 10 de noviembre de 1995, sobre las 08:20 horas, el por entonces capitán de Infantería del Ejército, Juan José Aliste, llevó, como cada mañana, a su hija Leticia y a otros tres menores al colegio San Agustín de Salamanca en su vehículo.
El militar acompañó a su hija y a los otros niños al colegio y volvió al coche. Después, tras recorrer varios cientos de metros metros y rebasar la plaza de toros de la ciudad, una bomba lapa con dos kilos de explosivo, colocada en los bajos del Fiat Regata que conducía, estalló. La deflagración no causó la muerte de Aliste, pero le arrancó las dos piernas. Dos décadas después, un miembro de ETA, Sergio Polo Escobés, fue condenado por la Audiencia Nacional en 2015 a un siglo de prisión por este atentado, considerándole además autor de cinco asesinatos frustrados.
Según relató El País, el atentado contra el capitán Aliste puso fin a cinco meses de silencio etarra y dio inicio a una de las campañas más duras de la banda, que culminaron el 11 de diciembre de 1995 con el coche bomba que mató a seis funcionarios civiles de la Armada en el barrio madrileño de Vallecas.
La hija del militar sufrió estrés postraumático durante 230 días, mientras que una de las compañeras también registró un cuadro de ansiedad durante 180 días que le dejó un síndrome de estrés postraumático. Familiares también necesitaron durante mucho tiempo asistencia psicológica.
La causa por el caso de Aliste se archivó provisionalmente en enero de 1997 al no haberse podido encontrar al posible autor del delito. El procedimiento permaneció dormido hasta enero de 2013, cuando la Fiscalía presentó un escrito de la Comisaría General de Información de la Policía, fechado el mes anterior, en el que se concluía que Sergio Polo, alias Lur, detenido en marzo de 1999, era el responsable de la bomba lapa que ató al militar a una silla de ruedas para el resto de su vida.
Las fuerzas de seguridad no encontraron ninguna prueba directa de la participación de Polo en el atentado, pero aportaron una serie de indicios que, concatenados, llevaron al tribunal a atribuir sin “ninguna duda” por la “vía de la inferencia lógica” el atentado a Lur.
El principal indicio fue una carta mecanografiada firmada por Anboto —apodo que usaba la antigua jefa operativa de ETA Soledad Iparragirre— y que fue hallada en el domicilio de Polo, en Pasaia (Gipuzkoa). En esta misiva, dirigida a Lur, Anboto criticó que Aliste no muriera pese a la cantidad de explosivo utilizado, y atribuyó este hecho a que los bajos del Fiat Regata estuvieran sucios y el imán de la bomba lapa no funcionase correctamente, o a que el explosivo estuviera mal ubicado.
Para asignar a Polo el alias de Lur, los jueces se basaron en las fotografías de Polo junto a este apodo que fueron incautadas en Francia a un comando que se dedicaba a confeccionar documentación falsa para ETA. Otros “elementos complementarios” que, según el tribunal, corroboraron la autoría fue el hallazgo, en el domicilio de Polo —junto a abundante material para fabricar bombas lapa— de horarios de trenes entre Salamanca y San Sebastián.
Tras el atentado
Con lo que no contaba ETA fue que, tal y como relató Luis Heredero, miembro de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Castilla y León, en la carta de despedida a Juan José Aliste por su fallecimiento en junio de este mismo año 2020, la sociedad de Castilla y León y en particular las víctimas del terrorismo, pudieran disfrutar tanto de Aliste. "Su mera presencia, con su mutilación y su permanente sonrisa, ha sido, en sí misma el mejor alegato que jamás se haya hecho en defensa de las víctimas y en contra de las bestias que le atacaron. Su afabilidad y su inteligencia convirtieron esa terrible mezcla de supervivencia y laceración en el símbolo de la resistencia de las personas de bien frente al ataque que ETA dirigía contra toda la sociedad".
Juan José Aliste, acompañado siempre por su familia, tuvo el compromiso, la valentía y la fortaleza suficientes como para dirigir en Salamanca y en Castilla y León el movimiento de víctimas del terrorismo. "No hay mejor líder que el que lo es porque los demás, de manera espontánea, le siguen por su capacidad y confianza. Y así fue siempre. Y desde su responsabilidad defendió muy certeramente a las víctimas del terrorismo, que es tanto como decir que defendió la democracia", contó Heredero.
Vídeo grabado por SALAMANCA24HORAS en marzo de 2020, poco antes de que empezara la crisis sanitaria del Covid-19. Juan José Aliste falleció el pasado mes de junio de manera repentina.
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