El dolor es un mecanismo fisiológico que actúa de alarma frente a un estímulo dañino para el organismo. Sin embargo, en ocasiones, esa alarma queda constantemente activada convirtiéndose en un dolor crónico que merma la calidad de vida de quienes lo sufren. En España, un 20% de la población padece dolor crónico por causas subyacentes muy diversas. Se cree que en su mayoría son debidas a daños en las vías nerviosas somatosensoriales para los que las terapias farmacológicas actuales resultan ineficaces, por lo que se necesita seguir avanzando en el estudio de cómo se inicia y modula el dolor para la búsqueda de nuevas dianas terapéuticas.
En este contexto, el grupo de investigación de la Universidad de Salamanca “Neurobiología de las neurotrofinas” radicado en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León y dirigido por Juan Carlos Arévalo Martín, profesor del Departamento de Biología Celular y Patología, ha descubierto un nuevo mecanismo de modulación del dolor recientemente publicado por la revista PAIN, una de las más importantes en el campo del dolor y la anestesiología.
Concretamente, el estudio describe una función en la nocicepción y el dolor hasta ahora desconocida de ARMS/Kidins220, una proteína relacionada con el cáncer y el desarrollo neuronal que podría “ayudar a desentramar el origen de muchas neuropatías”, explican los autores a Comunicación USAL.
Neurotrofinas y nocicepción
El equipo de investigación de Juan Carlos Arévalo lleva muchos años investigando unas moléculas esenciales en el desarrollo y el mantenimiento del sistema nervioso de los vertebrados: las neurotrofinas. En los últimos años, numerosos grupos han visto que estas moléculas, entre las que destacan el NGF y el BDNF, juegan un papel muy relevante en la generación y modulación de la nocicepción o detección de estímulos y fenómenos dañinos para el organismo que se suelen traducir en sensaciones dolorosas.
A pesar de que los mecanismos de la nocicepción están aún por definir, los investigadores de la USAL han dado un importante paso en su comprensión. Así, la proteína ARMS/Kidins220 con la que Arévalo empezó a trabajar a principios de 2000 durante su estancia en EEUU parece ser clave para la regulación del correcto funcionamiento de las vías del dolor.
ARMS/Kidins220 tiene la función de “ayudar a los receptores de las neurotrofinas para que actúen adecuadamente”, subrayan los investigadores del INCYL. Se sabe que los fallos de esta proteína “pueden dar lugar a síndromes neurológicos, enfermedades neurodegenerativas e incluso cáncer, pero su relación con el dolor es totalmente novedosa”.
Respuesta al calor y al picante con niveles reducidos de ARMS/Kidins220
En el trabajo, la científica Julia Sánchez y colaboradores del grupo describen que una disminución de ARMS/Kidins220 en ratones modificados genéticamente produce un aumento de la sensación dolorosa frente al calor y al picante (capsaicina) y que los niveles de la proteína se reducen mediante un mecanismo que implica a las calpaínas, unas proteínas que se activan en las neuronas por los estímulos dolorosos.
Además, los investigadores de la Universidad de Salamanca han observado una implicación directa de BDNF, que se encarga de modular la señal dolorosa a nivel de la médula espinal y cuyo efecto está controlado por ARMS/Kidins220. Concretamente, al reducirse los niveles de ARMS/Kidins220 se incrementan más los de BDNF en la médula espinal mayor lo que conduce a una mayor sensación de dolor.
El estudio se considera de gran relevancia debido a que describe una función en la nocicepción y el dolor hasta ahora desconocida de ARMS/Kidins220.