La revista científica ‘PLOS Pathogens’, una de las más prestigiosas del ramo, acaba de seleccionar una investigación sobre el papel del topillo campesino (‘Microtus arvalis’) en la expansión de la tularemia como portada del mes de noviembre. El trabajo, encabezado por el investigador de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de la Universidad de Valladolid en el Campus de Palencia el doctor Juan José Luque-Larena, detalla, en cinco apartados, los hallazgos evidenciados hasta la fecha en torno al por qué de las extremas fluctuaciones que se producen periódicamente en las poblaciones de topillos y su relación con la epidemiología de la tularemia.
El equipo empezó a trabajar en esta línea hace ocho años, con la obtención de un proyecto europeo para estudiar la ecología y la fluctuación en las poblaciones de roedores silvestres en el continente, denominado ECOCYCLES. En el caso del topillo campesino, es un estudio no solo de interés científico, sino también a nivel socioeconómico y de salud pública.
A nivel científico, explica a DiCYT Luque-Larena, el objetivo es profundizar “en las dinámicas extremas en las poblaciones de estos roedores, que no se observan en otro tipo de animales similares, para conocer qué parámetros explican estos cambios demográficos tan rápidos”. Por otra parte, agrega, cuando las poblaciones de topillos se disparan en el medio agrario “producen importantes daños en los cultivos”. Y existe otra dimensión “que es quizás la más importante, y es que hay una sincronía entre la epidemia de tularemia en humanos y las plagas de topillos”. “Muchos de estos roedores son portadores de estos patógenos y lo que hacen es amplificar la población de bacterias en el medio ambiente y por tanto las probabilidades de infección por parte de al quien que esté en él o interactuando con elementos del mismo”, subraya.
La tularemia es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria ‘Francisella tularensis’, que es transmitida por los roedores a los humanos y que puede provocar fiebre alta, inflamación de los ganglios linfáticos, vómitos o diarrea, entre otros síntomas. Aunque su tasa de mortalidad no es alta, sobre todo si se trata a tiempo con antibióticos, España es uno de los países del mundo que más casos reporta y en concreto, en Castilla y León, se han producido brotes en los años 1997-1998, 2007-2008 y en 2014, coincidiendo con picos poblacionales de topillo extremadamente altos.
La clave, los periodos intermedios entre plagas
Los investigadores tratan de saber por qué en los periodos intermedios entre los episodios de plagas, en los que las poblaciones de topillo son muy escasas y no están infectadas, pervive la bacteria. ¿Qué sucede en esos momentos con la bacteria? ¿dónde permanece?
“Es lo que estamos tratando de averiguar ahora mismo. Estamos muestreando todos los elementos del hábitat de los topillos: el agua, los sedimentos, los insectos, los parásitos, las liebres… Todos los elementos donde podría estar la bacteria. Esa es la clave. Y estamos obteniendo resultados sorprendentes que publicaremos más adelante”, avanza Luque-Larena.
Se trata así de obtener una visión más integrada del problema, frente a lo propuesto en trabajos previos. “En otros trabajos no se tiene en cuenta la dinámica ni las interacciones entre los organismos y los elementos que interactúan donde se produce esta enfermedad. Nosotros creemos que la explicación debe ser mucho más global, que se debe tener una perspectiva ecológica integrada del sistema natural donde está pasando todo”, subraya.
La importancia de los programas de monitorización
Para llevar a cabo sus estudios, el equipo ha diseñado y puesto en marcha un novedoso programa de monitorización de la fauna silvestre. Esta metodología se puso en marcha hace casi nueve años, con el proyecto europeo ECOCYCLES, y ha podido mantenerse hasta la actualidad gracias a sendos proyectos nacionales obtenidos consecutivamente: ECOVOLE y ECOTULA.
Tres veces al año, los investigadores rastrean tres zonas de estudio en las provincias de Zamora, Valladolid y Palencia con dos réplicas por zona, muestrando distintos tipos de cultivo y de hábitat, distinguiendo entre linderas e interior del cultivo, y capturando animales para recoger otro tipo de datos. Como señala el investigador, estos individuos “son una fuente de datos enorme”. El grupo dispone de información sobre el sexo, la especie, el peso, las condiciones, los patógenos, las crías que producen, etc. de casi 6.000 animales, “un montón de información bien estructurada a lo largo del tiempo y del espacio que servirá para responder preguntas importantes”, concluye.
Y es que, el objetivo final de estos estudios, es aplicar los resultados obtenidos a la creación de programas de prevención, en línea con la estrategia ‘Una salud’. Este enfoque, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), aboga por una visión amplia de la medicina para el desarrollo de políticas y prácticas exitosas que reduzcan el impacto, en este caso, de las zoonosis, a través de la vigilancia específica y la prevención estratégica. Así, los investigadores proponen que el monitoreo de las poblaciones de agentes epidemiológicos clave, como las liebres y los topillos, sea un elemento central de las estrategias de prevención. Monitorizar la fluctuación de los roedores que, en el caso de Castilla y León, se ha podido conocer que se produce aproximadamente cada cinco años, permitiría prever y minimizar el impacto de posibles brotes de tularemia.