De la euforia a la soledad por el camino de la nostalgia de septiembre: la dura realidad del fin del verano en los pueblos de Zamora

Los pueblos, que triplican o cuadruplican su población durante la temporada estival, vuelven a la desangelada realidad de la despoblación con la llegada de septiembre

Piscina de Verano de Rabanales
Piscina de Verano de Rabanales

Septiembre siempre es un mes de sensaciones encontradas, pues es un mes de reencuentros con compañeros de clase o de trabajo, pero su llegada siempre es precedida de dolorosas despedidas en los pueblos de la provincia. Un mes de echar la vista atrás y solo ver un verano de planes improvisados con amigos, noches interminables, amores de verano, atardeceres que acababan convirtiéndose en amaneceres o eternas charlas en el bar. Bares que, igual que los pueblos, durante estos meses han estado rebosantes de vida, y septiembre, inmisericorde, arroja un jarro de agua fría con la dolorosa realidad que atribula la Zamora rural.

Con la llegada del verano, se produce un paulatino desembarco de veraneantes en los pueblos de la provincia de Zamora. Ya sea para las fiestas de la localidad o para pasar toda la temporada estival, la gran mayoría de las personas o familias que deshacen sus maletas en los pueblos para pasar las vacaciones estivales llegan unidos por arraigo, lazos familiares y, en definitiva, sus orígenes. Padres, madres o abuelos abren las puertas de sus casas cada verano para recibir a esa parte de la familia a la que ven apenas unas semanas al año, cuando se deciden a huir del mundanal ruido de las ciudades y disfrutar de la paz que puede ofrecer el pueblo.

En este sentido, manifiesta Leonor González, alcaldesa de San Cristóbal de Entreviñas, que "la gente de las ciudades tiene aquí sus raíces, sus orígenes y en el fondo sienten que tienen que volver", matiza que "hay que dejar de idealizar la ciudad como algo que tiene de todo y de pensar en el pueblo como algo que no tiene de nada". Esta teoría es secundada por Santiago Moral, alcalde de Rabanales, quien explica que "como con todo el mundo rural, y en Zamora en particular, hay un vínculo muy estrecho entre la población veraneante y la población permanente".

En el caso de Rabanales, la población, que durante el año se sitúa en alrededor de 500 habitantes, durante este verano se ha acercado a los 1.500. "Eso supone triplicar los servicios como las labores de limpieza o la recogida de basuras", explica, pero aclara que también es "un lavado de cara para los pueblos, se abren y se higienizan muchas casas, en definitiva, se da mucha vida a los pueblos". Parecido es el caso de Porto de Sanabria, donde la población, según comenta el alcalde, Francisco Blanco, "se ha multiplicado por diez durante los meses de verano".

Un gran catalizador del incremento del nivel de 'veraneo rural' fue la pandemia, que marcó un antes y un después en la conciencia de la sociedad. Según aclara Francisco Blanco, "la pandemia cambió el modus vivendi de mucha gente, sobre todo en el tema del teletrabajo". En este sentido, también señala Félix Roncero, alcalde de Peleas de Abajo, que "a raíz de la pandemia la gente ha vuelto con más ilusión y más ganas a los pueblos".

El trasiego de una población que se multiplica, la euforia de ver el pueblo rebosante de vida hasta altas horas de la madrugada, familias enteras que vuelven a juntarse después de meses, todo ello tiene una caducidad, y los vecinos son plenos conocedores, pero no por ello es menos doloroso. "Hay un salto emocional bastante grande, porque no es que se vayan progresivamente, pasa la feria de agosto y de repente pasas a ese estado de añoranza", explica Francisco Blanco.

Tanto el propio Blanco, como Santiago Moral y Félix Roncero mencionan que la actividad volverá a retomarse en las próximas semanas, si bien no al mismo nivel, gracias a puentes y festividades como el Pilar o los Santos. "Los primeros quince días de septiembre siempre son un poco depres", lamenta Félix Roncero. El alcalde de Peleas de Abajo también siente esa pesadumbre de ver vaciarse a su pueblo prácticamente de la noche a la mañana teniendo en cuenta el hecho de que "cada año viene más gente, porque los que venían de jóvenes hace años muchos ya son padres y vienen para que sus hijos disfruten como lo hacían ellos".

Leonor González considera, como alcaldesa de San Cristóbal de Entreviñas, que es importante mantener una cierta afluencia de personas durante todo el año en los pueblos, y que es algo "muy costoso", aunque asegura que "hay que trabajarlo, pero hay cosas que no dependen de los Ayuntamientos". "Esta es una vida más pausada, pero hay puestos de trabajo, solo hay que hacerlo atractivo", apostilla.

La mejora de la conectividad en la España rural supone también un gran condicionante a la hora de elegir el teletrabajo en pueblos de la provincia, o facilita la instalación de nuevas empresas que, a ojos de Félix Roncero, "hay muchas industrias que podrían estar en zonas del medio rural". "Para rehabilitar los pueblos no hay que inventar nada, esas industrias, con una reducción de impuestos, automáticamente generan puestos de trabajo y ello haría de efecto tractor para atraer servicios a la población, pero los políticos parece que no quieren".

Con iniciativas para mantener los pueblos vivos durante los meses de otoño e invierno, el concepto de la Zamora rural no quedará limitado en las ciudades a esos destinos vacacionales baratos a los que acudir solo cuando son las fiestas o solo durante el verano. Los pueblos de Zamora son mucho más que eso. Quizá por ello sea aún más doloroso que, de la noche a la mañana, la euforia de un pueblo lleno de gente y de vida, se desvanezca de un plumazo y se convierta de nuevo en la soledad, la nostalgia de lo vivido durante el verano y el pesar de tener que esperar otro año entero para poder volver a repetir algo similar.

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