Un reguero de flores cubre este viernes los pasillos del Cementerio Municipal de San Atilano. Son cientos los zamoranos que acuden al camposanto con motivo de Todos los Santos para honrar a sus seres queridos fallecidos. El trasiego de personas lleva siendo más que palpable en los últimos días, pero la jornada festiva ha incrementado la afluencia.
Limpiar las sepulturas, colocar flores, abrazos e incluso lágrimas, contenidas o no, son las escenas más repetidas en esta jornada festiva en el cementerio de la ciudad. El trasiego de coches y las dificultades para aparcar se han convertido también en un ritual pese al refuerzo en la línea de autobús urbano hasta el cementerio construido en el siglo XIX tras una epidemia de cólera.
Los zamoranos que quieran asistir podrán hacerlo hasta las siete de la tarde, hora de cierre del cementerio, pero las primeras horas del día han dejado ya muestra que de que los vecinos de la capital son más bien madrugadores a la hora de acudir a honrar a sus fallecidos.
La austeridad sigue siendo la seña de identidad de esta celebración ancestral que en muchas familias se convierte en una jornada de reunión y de reencuentro en torno a la muerte y el recuerdo inmortal de aquellos que se fueron.
San Atilano muestra su cara más floreada durante estos días del año siendo este elemento ornamental el más repetido sobre las tumbas y nichos de las familias zamoranas.
Sin embargo, también existen núcleos que, en base a sus creencias, acuden al cementerio a pasar el día con sus muertos, bebiendo y comiendo sentados alrededor de la sepultura de su familiar.
Un crisol de creencias y tradiciones que ha vuelto a llenar de vida el cementerio de la capital en una jornada marcada en rojo en el calendario.
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